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Conversación imaginada en la Registraduría

En algún momento tiene que haber ocurrido este intercambio:
—Jefe, ¿cómo vamos a identificar a una persona que no tiene índice derecho?
—Pues le tomamos la huella del índice izquierdo.
—¿Y si tampoco tiene índice izquierdo?
—Pues tiene otros ocho dedos, hombre.
—¿Y si no tiene ninguno de esos dedos?
—¡Al menos tendrá pies!
—¿Y si tiene síndrome de Naegeli-Franceschetti-Jadassohn, o dermatopatía pigmentosa reticular, o una mutación en el gen SMARCAD1, todos los cuales causan que los dedos no tengan huellas?
—Entonces habrá que recurrir a la lectura de venas de los dedos, que también forman un patrón único en cada persona.
—¿Y si nació sin manos ni pies?
—No sé… nos tocará inventarnos un sistema de lectura de iris para poner en la cédula.
—Pero, jefe, ¿qué hacemos si el ciudadano tiene una mutación en el gen PAX6 y, como consecuencia, nació sin iris?
—¿Todavía estamos suponiendo que no le podemos tomar huellas digitales?
—Exacto.
—Aun así, le podemos leer la retina.
—Pero existen muchas enfermedades degenerativas que alteran la estructura de la retina. Pueden ser enfermedades adquiridas, como la diabetes, o congénitas, como la retinitis pigmentosa. En ambos casos, la lectura de la retina no va a permanecer constante a lo largo de la vida.
—Pero las venas de los ojos sí, y esas sí son permanentes.
—¿Y si el ciudadano nació sin ojos?
—¿Me está tomando el pelo?
—No. Existen al menos seis genes que pueden hacer que alguien nazca sin ojos.
—¿Y tampoco le puedo tomar huellas digitales?
—No. Este ciudadano nació sin manos, sin pies y sin ojos.
—Pues lo identificamos por la silueta de las orejas.
—¿Y si tampoco tiene orejas?
—¿Me está preguntando en serio?
—Sí, señor.
—Para eso está el perfil dental.
—Pero ese cambia a lo largo de la vida, y obviamente el perfil dental de un bebé va a ser inútil para identificar al adulto. Y además...
—¿Y además qué?
—Y además usted ya sabe lo que voy a decir.
—¿Pero qué persona en este mundo no tiene manos ni pies ni ojos ni orejas ni dientes?
—Alguien con múltiples malformaciones. O alguien que nació entero pero ha sufrido accidentes y amputaciones. El caso es que los sistemas biométricos que tenemos no son suficientes para asegurar la identificación de todas las personas en todas las circunstancias.
—Se equivoca. Siempre podemos contar con la identificación genética.
—Eso tampoco nos ayuda, jefe. Para empezar, existen los gemelos. Y los siameses. Y los individuos mosaico, cuyas células están revueltas como un tazón con arvejas verdes y arvejas amarillas: unas células tienen una mutación y las otras no, pero están distribuidas casi uniformemente, de manera que se obtiene un perfil genético distinto según la zona del cuerpo de donde se tome la muestra. Y están los individuos quimera, que son como los mosaicos, pero sus células proceden de dos cigotos fertilizados independientes que se fusionaron durante la gestación. ¿A un ciudadano así cómo lo identificamos?
—Suponiendo que no tenga dedos ni ojos ni orejas ni dientes, habría que pedirle al vecino que nos lo señalara: ahí está. Ese es.

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