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De Poe a Pixar

En un ensayo asombrosamente corto, La Filosofía de la Composición, Edgar Allan Poe explica paso a paso cómo escribió El Cuervo, quizás el poema más famoso de la literatura gringa. La sensación con que queda uno después de destapar la maquinaria y enterarse del origen de este poema es la misma que se atribuye a la Batalla de Bárbula: uno no sabe si sentir admiración (porque Poe revela en sus decisiones métricas y fonéticas el grado tan experto de dominio que ha adquirido sobre la musicalidad del inglés) o espanto (porque el proceso por el que Poe escoge el núcleo temático del poema y sus potentes imágenes no obedece a los impulsos íntimos de su emotividad sino a un análisis frío de los botones que hay que presionar para que la mente del lector responda de la manera deseada).

La estructura de las estrofas de El Cuervo sigue un patrón matemático riguroso hasta la obsesión, y su contenido procede básicamente de un estudio de mercadeo. El método poético de Poe inaugura la manera gringa de hacer literatura, que es la misma manera gringa de hacerlo todo: conocer bien al público y guiar sus reacciones mediante una experiencia de consumo calculada en cada detalle. Un poema hecho con las reglas de Poe no termina siendo una obra sino un producto. Si hubiera nacido un siglo más tarde, Poe se habría podido hacer rico escribiendo anuncios publicitarios. El insuperable Marshall McLuhan identificó este fenómeno en La Galaxia Gutenberg:
El método de invención, como demostró Edgar Allan Poe en La Filosofía de la Composición, consiste simplemente en comenzar con la solución del problema o con el efecto buscado. Entonces se retrocede, paso a paso, hasta el punto en que se debe empezar para conseguir la solución o el efecto. Tal es el método en la novela policíaca, en el poema simbólico y en la ciencia moderna.
La redacción de El Cuervo se apoya en un principio que en nuestra época casi parece agotado: la tristeza es el tema con más impacto estético. Eso lo entendió de sobra Poe, así como los compositores de música de plancha, la mitad de todas las rancheras, la mitad de todos los boleros, todo el género emo, y Steven Morrisey. En términos llanos, el melodrama vende.

El explosivo éxito de los estudios Pixar se debe en buena medida a que han sabido combinar el entretenimiento infantil con temas profundos de la vida adulta. Recordemos, por ejemplo, el comienzo de Up:


La importancia de la tristeza alcanza su reconocimiento definitivo en Inside Out, como revela el director Pete Docter en una entrevista con el Los Angeles Times:
En los Estados Unidos de nuestra época, asociamos la tristeza con la negatividad. [...] Tratamos de evitarla y hasta nos automedicamos. Pero en realidad la tristeza es una respuesta a la pérdida. Nos obliga a detenernos un momento y volver a empezar. Cuando vemos a alguien llorar, es una señal para los demás. Me di cuenta de que la Alegría tenía que permitirle a la Tristeza tomar su lugar en escena.
El papel central de la tristeza se convirtió en la gran revelación de Inside Out. Miren el contraste entre los videos promocionales que Pixar creó para anunciar la película. El narrador explica en bastante detalle qué función cumple la alegría:


Pero en el caso de la tristeza, su función se deja sin explorar, precisamente porque será revelada como el mensaje central de la trama:


Al mismo Docter le asustaba esta decisión creativa, porque tendemos a creer que las historias para niños deben ser felices. En una entrevista con NPR, Docter dice que:
Si uno se entristece, es una manera de conectarse con los demás. Muchas veces nos avergonzamos de estar tristes y nos apartamos para llorar a escondidas, pero en realidad sirve para restablecer nuestras relaciones.
Fue una decisión arriesgada para el director y para el estudio, pero era exactamente lo que la trama necesitaba. En realidad, no tenían por qué haberse preocupado tanto. Como sabe todo escritor de tragedias, el impacto estético de la tristeza es incomparablemente poderoso:




Quizás haya algo de razón en ese cliché de la crítica musical que dice que las mejores baladas son las hechas por bandas de heavy metal, porque están equipadas para abordar el abanico emocional con la intensidad debida. Creo que por motivos similares deberíamos inaugurar un cliché nuevo: los mejores episodios de tristeza son los producidos por comediantes. Y como demostración baste una sola imagen:

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