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Descripción

De qué se trata este blog

La materialización de un país más maduro sigue siendo la esperanza que anima a este blog. Originalmente lo creé durante la negociación del gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC, que desembocó en el sorpresivo rechazo de los votantes. Aún podría uno sentirse inclinado a creer que Colombia no tiene más horizonte que intentar medianamente sobrevivir. Así ha sido por demasiado tiempo: la vida se nos convirtió en una fusión enfermiza de resignación con oportunismo. La permanente amenaza del colapso como nación nos condicionó a aceptar que las cosas queden hechas a medias y que las relaciones sociales se decidan por quién logra aprovecharse de quién. Algún día, que hoy no podemos imaginar, cuando la guerra deje de ser el tema que nos define, empezaremos a enfrentarnos a problemas de verdad, en los que deberíamos haber estado trabajando desde el principio pero nunca pudimos: cómo salir del subdesarrollo, cómo crear una presencia en el mundo, cómo aprovechar responsablemen
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Uno se desencanta

Ayer, exactamente en el mismo día en que Disney lanzó el trailer de la película Encanto , nos enteramos de que los asesinos del presidente de Haití fueron 26 exmilitares colombianos. La vida real no tiene libretista, pero un momento así tiene un sabor a ironía dramática, como si el libretista nos hubiera dejado fascinarnos por algunas horas con una fantasía para niños, para luego lanzarnos el baldado de que ahora somos exportadores de horror. Encanto aspira a representar apenas una selección cuidadosamente apta para niños de la colombianidad. Pero la sensación conjunta, de tener la película bonita y colorida y el horror sangriento al mismo tiempo en la cabeza, es el retrato completo. Ese sacudón emocional, ese encontronazo con el mundo, ese súbito desinfle de las ilusiones, es la experiencia básica de ser colombiano. Es un trauma colectivo que se podría resumir en ¿Para qué me emocioné? El colombiano que no reporte haber sentido ese trauma todos los días desde que tiene memoria es un

De migraciones y simultaneidad

Leer sobre la historia de la expansión de los humanos por el mundo da escalofríos si uno examina detenidamente las fechas. Hoy hay varios campamentos permanentes de científicos en la Antártida, pero en ese continente no se había puesto un pie humano hasta 1820. Eso significa que cuando Napoleón huyó de Elba, cuando estalló el volcán Tambora en Indonesia, cuando Shaka subió al trono de los zulu, cuando cayó el último rey de Ceilán, cuando España cedió la Florida a Estados Unidos, cuando se publicó Frankenstein , cuando se inauguró el Museo del Prado, cuando se independizó Luxemburgo, cuando la Compañía de las Indias Orientales destruyó el Imperio Maratha, cuando se estrenó Noche de Paz , cuando se estrenó El Barbero de Sevilla , cuando el rey Fernando VII dio inicio al cultivo de tabaco en Cuba, cuando se creó el Reino de las Dos Sicilias, cuando murió Jane Austen, cuando nació Herman Melville, cuando nació Carlos Marx, cuando nació el profeta Bahá'u'lláh, cuando nació Henry Dav

El caso de los libros acuchillados

Primero saquemos del camino los clichés. Ya sabemos que los colombianos leemos poco. Ya sabemos que en nuestra época el libro se volvió artículo decorativo. Ya sabemos que vivimos en una época autoritaria y a los autoritarios les encanta maltratar libros. Ya sabemos que en las escuelas de modelaje no ponen tareas que haya que resolver en la biblioteca. Habiendo dicho eso, ¿qué queda? Tengo que reconocer que es una imagen poderosa ese atado de libros acuchillados que Carolina Cruz exhibe con el orgullo de haber resuelto el dolor de cabeza del ama de casa moderna. Señora: ¿cuántas veces ha intentado organizar sus cuchillos y no ha encontrado solución? ¿La agobia el exceso de libros y no sabe qué hacer? ¡No espere más! Nuestras operadoras esperan su llamada. Quiero encontrar alguna interpretación de este episodio que no sea cruel con ella. Lo planteo en estos términos porque todos parecemos habernos puesto de acuerdo en castigarla por una idea que puede ser pasmosamente estúpida pero

Vista desde afuera

—Buenos días, profesor. —Buenos días, señor Chang. ¿Hizo la tarea de derivaciones verbales? —¡Sí! ¡Fue un martirio! —¿Por qué se altera? ¿Qué le pasó? —Estoy harto del español. Sus derivaciones verbales sufren de una irregularidad horripilante. —Todo el español sufre de una irregularidad horripilante. —¿Y así viven? ¿Cómo funciona una civilización con un idioma tan desastroso? —Siéntese, señor Chang. ¿Por qué no me muestra su tarea? —Mire. Mire toda esta barbaridad. —Llenó muchísimas páginas. Se nota que hizo una averiguación profunda. —Sí, averiguación, acto y efecto de averiguar. Pero el acto y efecto de apaciguar no es la apaciguación sino el apaciguamiento. —Ya veo qué fue lo que le irritó tanto. Los sufijos no son constantes. —¡Nada en español es constante! El acto y efecto de irritar es la irritación, pero el acto y efecto de gritar no es la gritación sino el grito. —¿Y eso es tan terrible? —Ahí no acaba la cosa. El acto y efecto de volar es el vuelo, y el de nadar

El mundo como terreno de ensayo

Germán Arciniegas hace en Nuestra América es un Ensayo una sugerencia fascinante: la historia de Latinoamérica ha servido como terreno experimental para el enfrentamiento de tesis políticas. Casi a la manera del “mercado de ideas” gringo, nuestra vida colectiva desde la independencia ha sido la encarnación de un ensayo. Hemos vivido argumentos, recorrido sus consecuencias y sufrido sus refutaciones. En Latinoamérica, donde lo que estaba hecho fue destruido por la colonia y lo demás falta aún por hacer, la vida se volvió escenario. Somos una novela de ideas. Somos un ensayo que ha tomado forma física. Tal como los maestros de escritura de ficción recomiendan usar la trama como vehículo para dramatizar el conflicto entre las posiciones de los personajes, la historia latinoamericana ha expuesto, contrastado y sometido a prueba las variadas filosofías políticas que han pasado por aquí. Hemos sido ensayo en el sentido más literal: aquí se ha intentado de todo. Hemos sido un ejercicio retó

El problema del culto al héroe

Leyendo el prólogo que Heinrich Heine escribió para la edición alemana de Don Quijote , nos queda claro que al hombre le gustó el libro. Le gustó en grado superlativo. Las descripciones se quedan cortas para hacerle justicia al efecto que Don Quijote tuvo sobre Heine. Y para quien ha leído el mismo libro esa admiración tan devota suena preocupantemente familiar. Sabemos que el caballero Don Quijote amaba cierto tipo de novelas que en su época habían pasado de moda. Las amaba tanto que se convenció de que así funcionaba el mundo y así tenía él que organizar su propia vida. Y por cosa de mil páginas no hace más que hablar maravillas de un género literario muerto y una visión de mundo fantasiosa. Uno termina teniéndole lástima al pobre desquiciado: se dejó encandilar por una época que ni siquiera existió. De Heine uno puede decir lo mismo: quedó tan encandilado por la lectura de Don Quijote que pone a Cervantes en un pedestal y durante todo ese prólogo se dedica a cantar sus alabanz

Me obsesionan los alfabetos

El año antepasado estudié un semestre de griego y recuerdo que me interesaba mucho ver qué había hecho con el alfabeto la primera civilización que lo tuvo. El resultado fue decepcionante: el principio por el que cada sonido tiene una sola letra y cada letra vale por un solo sonido fue abandonado desde el principio. Los ejemplos más obvios son las letras ξ y ψ, que representaban dos sonidos (/ks/ y /ps/). Pero no había ninguna letra que representara el sonido /u/; para ese propósito había que recurrir a la combinación ου. La letra γ podía sonar como /g/ en unos casos y como /ŋ/ en otros. Peor aún: una misma letra podía no cambiar de sonido pero tener formas diferentes. El sonido /s/ se escribía con la letra σ, excepto al final de las palabras, cuando había que usar ς. No existía ninguna razón práctica para esa norma. Simplemente así se hacían las cosas. En griego moderno la situación es todavía más demencial. Las formas η, ι, υ, ει, οι y υι suenan todas igual: /i/. Para decir /b/ hay

Hoy, cuando Popeye ha muerto

Casi ningún ser humano es 100% despreciable. Poquísima gente ha llevado una vida en que ha causado solo daño y ningún bien. Uno piensa en Trofim Lysenko. En Tomás de Torquemada. En Pol Pot. En Leopoldo II de Bélgica. Con ellos el cálculo moral es rápido. Uno puede decir sin ningún temblor en la voz que el primer deber de un viajero del tiempo sería matarlos en la cuna. Pero la lista de los despreciables es pequeña. Incluso el peor de los colombianos, Pablo Escobar, hizo numerosas obras de caridad, que de ninguna manera excusan el mal que hizo, pero complican el cálculo moral de su presencia en el mundo. Hoy ha muerto el asesino Jhon Jairo Velásquez, responsable por al menos tres mil muertes. No me quejaré de la atención médica gratuita que le dio nuestro sistema carcelario, primero porque las condiciones de vida de los presos colombianos son vergonzosas, y segundo porque todos deberíamos tener atención médica gratuita. El primer derecho humano es el derecho a no morir, un principio q