Ir al contenido principal

Asimov contra Orwell

En 1981, Isaac Asimov, primero de su nombre, Protector del Imperio Galáctico, Rey de la Fundación, Padre de Robots y Acaparador de Hugos, publicó una compilación de varios de sus ensayos, reseñas y columnas de revista en un librito delicioso titulado Asimov on Science Fiction. De esa colección me impresionó especialmente su reseña de 1984, por razones personales: me aburren las distopías, incluso las poquísimas que cumplen una función cultural necesaria, y aun así, leyendo las opiniones de Asimov me di cuenta de que hasta entonces había tenido el mismo punto ciego que tienen todos sobre 1984. En general las distopías son un género perezosísimo, pero por alguna razón todos le damos un cheque en blanco a 1984 y no notamos los serios problemas de composición que tiene. El veredicto de Asimov, que ahora comparto, es que 1984 quizás funciona como roman à clef política, pero no como ciencia-ficción. Mejor que yo lo explica el Maestro de Maestros:
La gran contribución de Orwell a la tecnología del futuro es que los televisores funcionan en los dos sentidos, y los que están obligados a oír y ver la pantalla de televisión pueden a su vez ser vistos y oídos y están bajo vigilancia constante, aun cuando duermen o están en el baño. De ahí la frase "El Gran Hermano está vigilándote".
Este es un método terriblemente ineficaz para controlar a todo el mundo. Que una persona esté vigilada todo el tiempo supone que otra persona la esté vigilando todo el tiempo (al menos en la sociedad orwelliana), y muy de cerca, ya que en esa sociedad el arte de interpretar los gestos y las expresiones faciales está muy desarrollado.
Una persona no puede vigilar atentamente a más de una persona, y solo puede hacerlo durante un período de tiempo relativamente corto hasta que su atención se distraiga. En resumen, creo que harían falta cinco personas para vigilar a una sola persona. Y además, los que vigilan deben también ser vigilados, porque nadie está por encima de toda sospecha en el mundo orwelliano. Por consiguiente, el sistema de opresión por medio de la televisión de doble sentido no puede funcionar.
El propio Orwell se da cuenta de esto, y por eso limita los alcances de la vigilancia a los miembros del Partido. [...] Además hay un sistema de espías voluntarios en el que los niños delatan a sus padres, y los vecinos se delatan entre sí. Esto jamás podría funcionar bien, porque finalmente todo el mundo delataría a todo el mundo y el sistema tendría que ser abandonado.
Con esta argumentación Asimov señala tres problemas principales en 1984: el gobierno hace muchísimo más esfuerzo del que necesita, la tecnología no ha avanzado realmente nada, y la novela ni siquiera es de anticipación:
Mucha gente cree que 1984 es una novela de ciencia-ficción, pero quizá el único aspecto de 1984 que puede llevarlo a uno a pensar tal cosa es el hecho de que supuestamente transcurre en el futuro.
¡No es así! Orwell no tenía ninguna percepción del futuro, y el desplazamiento de la historia es mucho más geográfico que temporal. El Londres donde transcurre la historia no está tan desplazado 35 años hacia delante en el tiempo como lo está miles de millas hacia el este hasta Moscú.
Asimov cree que 1984 no intentaba pronosticar el futuro, sino que, del mismo modo que Animal Farm, elaboró una hábil metáfora de lo que ya estaba ocurriendo bajo el estalinismo. Por eso Orwell no se molestó en adelantar la tecnología:
Orwell fue incapaz de imaginar computadoras o robots; si no, habría puesto a todo el mundo bajo vigilancia artificial. [...] Orwell no tiene la capacidad de ver (o inventar) pequeños cambios. A su héroe le resulta difícil en su mundo de 1984 conseguir cordones para los zapatos u hojas de afeitar. A mí me pasaría lo mismo, en este mundo real de la década del ochenta, porque hay demasiada gente que usa zapatos sin cordones y afeitadoras eléctricas.
Además, Orwell tenía la fijación tecnofóbica de que cada avance tecnológico era un desliz cuesta abajo. Así, para escribir, su héroe [...] "sintió que el bello y cremoso papel merecía ser escrito con una verdadera pluma en vez de ser raspado con un bolígrafo".
La genial respuesta de Asimov a ese pretencioso luddismo bien podría dirigirse contra todo el steampunk:
Esto no es ciencia-ficción, sino una nostalgia deformada de un pasado que nunca existió.
Y continúa:
Tampoco tuvo Orwell una visión particularmente acertada de los aspectos estrictamente sociales del futuro que estaba prediciendo, con el resultado de que el mundo orwelliano de 1984 parece increíblemente anticuado comparado con el mundo real de la década del ochenta.
Orwell no imagina nuevos vicios, por ejemplo. [...] No prevé nuevas drogas ni la marihuana ni los alucinógenos sintéticos.
El diseño de la sociedad oprimida tampoco muestra mayor esfuerzo de imaginación:
En su desesperación (o su ira), Orwell olvida las virtudes de los seres humanos. Todos sus personajes son, de un modo u otro, débiles o sádicos o ruines o estúpidos o repelentes. [...] Tampoco previó ninguna diferencia en el papel del hombre y la mujer ni un debilitamiento del estereotipo femenino de 1949.
Al parecer, Orwell estaba tan alarmado con el larguísimo régimen de Stalin que no concibió que su tiranía pudiera tener fin. Ahora bien: Orwell murió en 1950. Si hubiera estado vivo en 1953, habría alcanzado a oír de la muerte de Stalin, y quizás se habría formado una idea menos fatalista del Gran Hermano. Digo quizás, porque en 1953 también ocurrió la Revolución Cubana, que dio nueva vida al arquetipo del tirano eterno.

La maneras que tiene el Gran Hermano para reforzar su control absoluto le parecen a Asimov excesivas. Concretamente, los Dos Minutos de Odio, el Agujero de la Memoria y el Newspeak son un derroche innecesario de esfuerzos y recursos:
Todas las naciones del mundo han utilizado a varios de sus vecinos como objeto de odio. Esto es tan fácil de lograr y actúa tanto como una segunda naturaleza de la humanidad que uno se pregunta por qué tiene que haber campañas de odio organizadas en el mundo orwelliano. [...]
Casi todos [...] se dedican a reescribir la historia, a cambiar las estadísticas, a recomponer los diarios... como si alguien se preocupara en prestar atención al pasado. [...] Como todo político sabe, las pruebas jamás son necesarias. Basta hacer una aseveración —cualquier aseveración— con suficiente energía para que un público la crea. Nadie quiere confrontar la mentira con los hechos, y quien lo haga no creerá que los hechos sean verdaderos. [...]
En realidad, el fanatismo político ha tendido siempre a usar muchas palabras en vez de pocas, palabras largas en vez de cortas, y a extenderse en vez de abreviar. Todo líder con poca educación o inteligencia limitada busca esconderse detrás de una exuberante embriaguez de palabras. [...]
En 1984, cada cambio en las alianzas implicaba una orgía de reescritura de la historia. En la vida real, tal insensatez es innecesaria. El público cambia de bando muy fácilmente, sin preocuparse en lo más mínimo por el pasado.
Una cosa sí le reconoce Asimov a Orwell: haber anticipado correctamente el eje tripolar de la Guerra Fría entre angloparlantes, soviéticos y chinos, y sus cambiantes alianzas, antes siquiera de que hubiera terminado la Revolución China, quizás apoyándose en lo que aprendió de haber presenciado en la Guerra Civil Española la invencible capacidad de la izquerda para dividirse y combatirse a sí misma. Orwell sabía bien que el socialismo no iba a ser un monolito. Sin embargo:
El error de Orwell residía en pensar que hacía falta una guerra auténtica para mantener funcionando el carrusel del equilibrio del poder. Y en una de las partes más ridículas del libro se explaya interminablemente sobre la necesidad de la guerra permanente como medio de consumir la producción mundial de bienes para mantener la estratificación social [...] En los hechos reales, el mundo ha estado mucho más libre de la guerra después de 1945 que antes. Ha habido una proliferación de guerras locales, pero ninguna guerra general. Pero además, no es cierto que la guerra sea necesaria como último recurso para consumir las riquezas mundiales. Esto puede lograrse a través de otros métodos como el de incrementar indefinidamente la población y el consumo de energía, ninguno de los cuales es considerado por Orwell.
Orwell no previó ninguno de los cambios económicos significativos que tuvieron lugar después de la Segunda Guerra Mundial. No previó el papel del petróleo, ni su disponibilidad decreciente, ni el aumento constante de su precio, ni el poder creciente de las naciones que lo controlan. No recuerdo que mencione la palabra "petróleo". [...]
Resumiendo, entonces: en 1984, a mi juicio, George Orwell se ocupó en librar una guerra privada con el estalinismo antes que en pronosticar el futuro. No tenía el don del escritor de ciencia-ficción que prevé un futuro creíble; y, en los hechos reales, el mundo de 1980 no tiene, en la mayoría de los casos, la menor relación con el de 1984.
El mundo puede volverse comunista, si no en 1984, al menos mucho más tarde; o puede ser testigo de la destrucción de la civilización. Si esto ocurre, sin embargo, ocurrirá de un modo completamente diferente del que se muestra en 1984, y si tratamos de impedirlo imaginando que 1984 es correcto, estaremos defendiéndonos de una dirección de ataque equivocada, y perderemos.

Comentarios