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El ocaso de mis ídolos

En 2015, cuando Pixar lanzó Inside Out, surgieron inmediatamente comparaciones con una comedia de los años 80: Herman's Head. Aunque todos los personajes eran adultos (Herman es corrector en una editorial, con una enciclopedia ambulante por jefe y una femme fatale por compañera de trabajo), el concepto era muy parecido: los sucesos de cada capítulo son comentados por las fuerzas que habitan la mente de Herman. Estos son Genio (su intelecto), Ángel (su lado emotivo), Cobarde (su miedo) y Animal (sus bajas pasiones). La serie estuvo tan bien hecha que durante las semanas que rodearon el lanzamiento de Inside Out me dediqué a devorar capítulos en maratón. Un premio extra para el televidente es que también actúan Yeardley Smith (quizá la recuerden como la voz de Lisa Simpson) y Hank Azaria (quizá lo recuerden como la voz de medio Springfield).

Viendo que la serie tenía un reparto de tanto pedigrí, me dediqué a averiguar las vidas del resto de los actores. ¿Recuerdan la femme fatale que mencioné? Les presento a la actriz, Jane Sibbett:

Ah, los 80. Cuando no existía el concepto de "demasiado gel".

Después de Herman's Head, a esta mujer le fue bien en la vida: en total tiene 21 películas y más de 200 episodios de series.

Pero llegó una época en que ya no le fue tan bien. Y se dedicó a filmar videos de propaganda para un sanador charlatán de Croacia que se hace llamar Braco. El tipo se para frente a la gente y se queda quieto, mirando. Y se supone que su mirada es curativa. Y la gente paga por eso: por ir a que un tipo la mire y no haga nada. Descaro aparte, uno entiende la utilidad de conseguirse una actriz para que le promueva el negocio, pero duele ver precisamente a una actriz, una persona que fue entrenada en el manejo de su imagen para crear ilusiones creíbles, usar sus poderes para el mal:

Es como María Cecilia Botero vendiendo Naturizza, pero con más presupuesto.

Es casi una sensación de ser traicionado. Creo que así debió de sentirse el mundo la primera vez que arrestaron a Britney Spears. Uno se cree con derecho a exigir de sus figuras públicas que sirvan como encarnación de sus propios ideales. Pero esos ideales cambian con las épocas: el cine gringo tardó años en perdonarle a Ingrid Bergman, la de Casablanca, que hubiera dejado a su marido por Roberto Rossellini; 55 años más tarde, todos aplaudieron a Angelina Jolie por robarse a Brad Pitt.

Nuestros papás creían que Madonna era el colmo de lo escandaloso, pero solamente porque no habían visto una Kardashian.

Tristemente, los ídolos de hoy se han inventado formas peores de decepcionarnos. Cuando aún veía The Big Bang Theory (antes de terminar de aburrirme de su humor machista), mi personaje favorito era Amy (quien inmediatamente perdió sustancia cuando la convirtieron en apéndice de Sheldon). La actriz, Mayim Bialik, es neuróloga en la vida real, con un doctorado de la Universidad de California, por lo que uno esperaría que estuviera informada de cómo funciona el cuerpo humano, pero a lo largo de la última década sus declaraciones públicas sobre el tema de la vacunación han sido, como mínimo, controversiales. Últimamente parece que sí apoya las vacunas, pero la duda que generaron sus primeros comentarios, impulsada por su posición como celebridad mundial, ya ha hecho bastante daño.

Y ahora hablemos de Allison Mack.

No le confíen su hija a esta mujer. Hablo en serio.

Entre 2001 y 2011, Allison Mack interpretó el personaje de Chloe Sullivan, lo único bueno que tenía Smallville. Entre villanos de cartulina, un repertorio infinito de Deus ex machina y un drama sentimental digno de Corín Tellado, Chloe Sullivan era la voz de la sensatez. Armada con esos ojitos luminosos y cualquier conexión a internet que hubiera por ahí, cada semana ella le arreglaba la vida a Clark Kent con el superpoder de Google. Para las niñas que nacieron en los 90, este personaje seguramente proporcionó la misma inspiración que a mí me daba el Power Ranger azul: la idea de que la inteligencia puede salvar al mundo.

Afortunadamente este hombre no ha hecho nada malo. Pero el maltrato que recibió de los productores de la serie es otra historia.

Volviendo a Allison Mack: toda la buena voluntad que se podía ganar con su sonrisa acaramelada se desplomó hace un par de meses, cuando la arrestaron por ayudar a dirigir NXIVM, un seminario multinivel de superación personal que, además de emplear técnicas de lavado mental y reclutamiento en pirámide, escondía una red de prostitución forzada. El fundador y cabecilla de esta operación, Keith Raniere, usaba a las clientas de su seminario como esclavas sexuales que luego eran obligadas a reclutar a más mujeres. Ella misma fue originalmente una de las víctimas, lo que puede enturbiar los argumentos que intentan probar su culpabilidad, pero el hecho de que otras mujeres en el pasado hayan sabido ver los peligros de NXIVM y hayan abandonado la organización muestra que ella no es inocente.

Lo que más decepciona de este asunto es que revela que Allison Mack no aprendió nada de haber hecho el papel de mano derecha de un superhéroe. Obviamente los actores no son sus personajes, pero uno esperaría que diez años habitando las historias de Superman le hubieran dejado un olfato moral mejor entrenado.

Hablando de personajes de Superman, ¿se acuerdan de cuando Kevin Spacey nos caía bien? Qué inocentes éramos. El mejor Lex Luthor de todos resultó acosador en la vida real. ¿El mejor Drácula de todos, Gary Oldman? Tiene un lado antisemita que no se molesta en disimular. ¿La mejor cantante de todas, Alanis Morissette? Es fan de los cristales curativos y demás paparruchas.

Aquí la lección es similar a la que vale para cualquier democracia: las personas que tienen influencia sobre el público tienen una responsabilidad por el uso que hagan de esa influencia, pero solamente llegan a esa posición elevada porque nosotros los ponemos ahí. En cierta medida, cada fan que encendía el televisor para ver a Allison Mack contribuyó a que ella tuviera la suficiente reputación y recursos para tener acceso a las mujeres que esclavizó. Por supuesto, ninguno de nosotros sabía lo que ella iba a hacer con su fama. Pero usualmente lo que no sabemos es lo que termina matándonos.

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