Tenía cosas guardadas por decir, que no dije durante la campaña presidencial para que nadie me pudiera acusar de perjudicar la causa, y ya que la causa se perdió, aquí están. La campaña de 2018 fue odiosa y poblada de ridiculeces. De un lado de Facebook, vi a mis amigos publicar extensos lamentos elegíacos apelando a los poetas griegos y citando al Señor de los Anillos para suplicarnos a los verdes que nos uniéramos a votar por Petro. El problema con esa clase de argumento es que las acusaciones de tragedia y de fascismo tienen un peso simbólico enorme, que es irresponsable derrochar. Lo único que se gana llamando a todo fascismo es que el significado se diluye y la palabra se vuelve inútil. No es lo mismo llamar fascista a Uribe (que es redundante) y llamar fascista a Duque (que está por verse). Si uno se dedica a malgastar la palabra fascismo cada vez que habla un godo, queda uno desarmado cuando se encuentre con un fascismo de veras. Salir a decir que la elección entre Petro y Duq...
Imaginando la Colombia del futuro y tratando de construirla hoy.