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Examen posmórtem de Colombia Humana

Tenía cosas guardadas por decir, que no dije durante la campaña presidencial para que nadie me pudiera acusar de perjudicar la causa, y ya que la causa se perdió, aquí están.

La campaña de 2018 fue odiosa y poblada de ridiculeces. De un lado de Facebook, vi a mis amigos publicar extensos lamentos elegíacos apelando a los poetas griegos y citando al Señor de los Anillos para suplicarnos a los verdes que nos uniéramos a votar por Petro. El problema con esa clase de argumento es que las acusaciones de tragedia y de fascismo tienen un peso simbólico enorme, que es irresponsable derrochar. Lo único que se gana llamando a todo fascismo es que el significado se diluye y la palabra se vuelve inútil. No es lo mismo llamar fascista a Uribe (que es redundante) y llamar fascista a Duque (que está por verse). Si uno se dedica a malgastar la palabra fascismo cada vez que habla un godo, queda uno desarmado cuando se encuentre con un fascismo de veras. Salir a decir que la elección entre Petro y Duque era del tamaño de la Guerra de las Galaxias no solo era absurdo, sino completamente inútil para convencer a quienes queríamos tomarnos la cosa en serio.

Del otro lado de Facebook, los vi apelar a la indignación, con pose de honor herido, echándonos en cara que un petrista estuviera dispuesto a votar por Fajardo, pero jamás un fajardista por Petro. La razón por la que ese argumento se cae es que no se trataba de una situación simétrica: el programa de gobierno de Petro sí era claramente más objetable que el programa verde. A esas alturas ya muchos habíamos anunciado que íbamos a pasar por alto nuestros desacuerdos e íbamos a votar por Petro, porque sabíamos (como sabían muy bien los petristas) que Petro no iba a poder solo. Les estábamos haciendo un favor, y les salimos a deber.

El caso es que en la segunda vuelta voté por Petro, pero de muy mala gana, que es la única forma en que uno puede votar por Petro (tal como voté por Santos en 2014 solamente para que no ganara Zuluaga). Ahora que el movimiento Colombia Humana ha perdido la personería jurídica, Petro reclama que no se pueden desconocer los 8 millones de votos que recibió en la segunda vuelta presidencial. El argumento contra Petro es que, según la norma, los votos que el petrismo recibió en la elección para Congreso no le corresponden a Colombia Humana porque en esa elección Petro usó otra persona jurídica: la Lista de la Decencia. El argumento a favor de Petro, que nadie parece estar señalando, es que Colombia Humana hizo parte de la coalición de la Lista de la Decencia, así que queda difícil alegar que esos votos no son suyos.

Con lo que no puedo estar de acuerdo es que Petro apele a los votos para Presidencia, primero, porque lo que importa según la norma son los votos para Congreso; y segundo, porque no todos esos votos de la segunda vuelta fueron suyos. De esos 8 millones, al menos 4 millones éramos verdes que le hicimos el favor, así que me insulta que ahora pretenda esgrimir mi voto cuando no le pertenece. Yo le di mi voto por mero cálculo estratégico. Él nunca se lo ganó.

En retrospectiva todo parece obvio, pero al menos una cosa sí fue obvia desde el principio: Petro no tenía oportunidad. En realidad, el mejor servicio que Petro le podía haber hecho al país era retirar su propia candidatura y dejarles el camino a los verdes, pero su ego nunca se lo habría permitido. Esa maldición de Latinoamérica que es el caudillismo lo tiene enteramente dominado. El petrismo, exactamente como el uribismo, es un culto a la personalidad.

Una cosa tenemos que admitir los verdes: el partido cometió un error enorme al dejarse tomar de rehén por el ego de Fajardo. Claudia López habría sido una candidata infinitamente preferible, pero la fama de Fajardo (y la mala fama de López) pudo más. Fíjense cómo después de la primera vuelta ya Fajardo no se deja ver, pero el partido sigue. La estrategia de campaña cayó en la trampa de confundir un programa con una persona, que es como empieza todo caudillismo. El resultado fue que los verdes terminamos siendo etiquetados como fajardistas, cuando en realidad lo que nos interesaba ni siquiera era Fajardo: habríamos votado por quien fuera que ocupara la candidatura verde, incluso (en un hipotético caso de extrema desesperación) si hubiera sido Petro.

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