En el imaginario musulmán, Francia todavía trae el horrible recuerdo de las cruzadas y por eso es un blanco simbólicamente valioso para el terrorismo jihadista. Después de los atentados que la han golpeado, uno tras otro, en época tan reciente, Francia tiene todos los motivos del mundo para estar asustada. Y cuando uno está asustado puede tomar decisiones muy estúpidas. En Estados Unidos, por ejemplo, Bush junior expandió las facultades de las agencias del estado para espiar a sus propios ciudadanos. Ahora Francia aporta su cuota de estupidez: varias ciudades han empezado a prohibir el uso de velos árabes en la playa.
Dan un fuerte pesar las fotografías que aparecieron esta semana de una mujer que fue obligada por la policía francesa a quitarse el traje que llevaba puesto en una playa de Niza. A esto hemos llegado: en el país que le enseñó al mundo sobre libertad, en el país de Juana de Arco, de Olympe de Gouges, de Claire Démar, de Jeanne Schmahl, de Monique Wittig, de Simone de Beauvoir, de Gisèle Halimi, de Marie-Laure Sauty de Chalon, ahora es cosa normal que un grupo de hombres armados le ordene a una mujer que se desvista.
Ver los asuntos como todo blanco o todo negro conduce a estas medidas excesivas. Hay que encontrar una forma de que las autoridades francesas puedan enfrentar la amenaza del terrorismo jihadista sin tener que montar un sistema de sospecha estatal contra todos los musulmanes de Francia. Si queremos que los musulmanes se integren a Occidente, no podemos estar poniéndoles obstáculos en todos los temas. La estrategia de ISIS consiste precisamente en que los musulmanes no tengan un espacio seguro en Occidente. Impedirles a los musulmanes vivir en paz les facilita el trabajo a los terroristas.
En otras noticias, Canadá está feliz de que las mujeres de la Policía Montada puedan incorporar un velo a su uniforme. ¿Sí ven que sí se puede?
Dan un fuerte pesar las fotografías que aparecieron esta semana de una mujer que fue obligada por la policía francesa a quitarse el traje que llevaba puesto en una playa de Niza. A esto hemos llegado: en el país que le enseñó al mundo sobre libertad, en el país de Juana de Arco, de Olympe de Gouges, de Claire Démar, de Jeanne Schmahl, de Monique Wittig, de Simone de Beauvoir, de Gisèle Halimi, de Marie-Laure Sauty de Chalon, ahora es cosa normal que un grupo de hombres armados le ordene a una mujer que se desvista.
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